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« on: Febrero 14, 2022, 05:12:41 pm »
Ayer me tumbe en la cama y las paredes se me vinieron encima,
como los años.
Las cicatrices del ring siguen ahí,
son surcos de fuego.
La pelea ahora es conmigo,
para no rendirme.
Por más que me sigan contando hasta diez.
Soy de un lugar tan lejano, tan al culo del mundo y vine a parar acá, a Los Santos.
Que hice guita?, Si, claro. Pero ya se sabe.
Las pibas, la noche, el trago, y la mandanga se llevan todo. Fácil como llega, fácil se va.
Los amigos fueron cayendo, o se tomaron el palo.
A veces me acuerdo del viejo cuando me quería inculcar sus valores y me los dejaba marcados en la espalda. Cada vez que subía al cuadrilatero era su cara la que arruinaba.
Hizo bien mi vieja en pirarse.
Yo la zafé.
Como pude, pero la zafé.
A ella le hubiera ido peor, seguro.
Me sirve pensar que ella todavía está entre los vivos y con alguien que la cuide. Yo lo haría si me acordara su cara, pero se fue borrando con el paso del tiempo.
Su aroma, persiste.
Paso las tardes en el gimnasio, haciendo de bolsa con la "promesa del momento", y el resto del tiempo en lo que pinta para el poronga de la cuadra. O de fercho en lo que sea. O en alguna movida.
Y escribo.
Lo hago así, como algo orgánico. De las entrañas o del sexo, es casi lo mismo.
Como un clímax que se apaga de golpe.
Que elude el final.
Ahora, sentado en la barra, dibujo un circulito en el aire con el índice y espero que el Mudo me traiga otra vuelta, y ya van muchas...
- "Ey, ponelo en mi cuenta Mudo, no te ortives"- le grito.
Él me guiña un ojo, sonríe, y vuelve a llenar el vaso.
A veces bebo demasiado, más veces de las que debo, y todas las que quiero.
Adormecido, pero en pie, la lluvia en la ciudad me acaricia.
Y me hace feliz por un rato.
M.C