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Roleplay / Biografía de Eda González
« on: Noviembre 10, 2025, 07:06:15 pm »
Me llamo Eda González, nací y crecí en San Francisco, entre el ruido de la ciudad y los sueños de mis padres, dos inmigrantes que creyeron en una vida mejor. Pero una noche todo cambió. Un grupo de ladrones irrumpió en nuestra casa... y con ellos se llevaron lo más valioso que tenía. Desde entonces, nada volvió a ser igual.
De ese dolor nació una promesa: no olvidar. Encontré una pista, una pequeña huella que me recordó que los responsables seguían afuera, libres. Desde ese día entendí que, si quería justicia, tenía que aprender a mirar distinto, a observar más allá de lo evidente, a no confiar tan rápido.
Los años pasaron y decidí dejar San Francisco atrás. Los Santos se convirtió en mi nueva oportunidad, un nuevo desafío a mis 21 años de edad, un lugar donde empezar de nuevo sin dejar de lado mi propósito: ayudar, proteger y evitar que otros sufran lo que yo sufrí.
Soy reservada y desconfiada por naturaleza. No es que no quiera acercarme a la gente, es que aprendí a hacerlo con cuidado. Hablo poco, observo mucho.
El café es mi mejor compañero y mi mente no descansa hasta encontrar respuestas. Tengo un talento especial para la investigación, para unir piezas que otros ni siquiera notan.
Aunque mi timidez a veces me juega en contra, siempre busco superarme. Salir de mi zona de confort se volvió una forma de vida, porque sé que la comodidad no lleva a la verdad.
De baja estatura, con cabello castaño y ojos del mismo tono. Tengo los ojos de mi madre, suaves pero firmes, y las cejas junto con las orejas de mi padre. Dos rastros que me recuerdan quién fui… y por qué sigo adelante.
No soy perfecta, pero aspiro a convertirme en un ejemplo a seguir, del mismo modo en que mis padres lo fueron para mí. Ellos me enseñaron a no rendirme, incluso cuando todo parece perdido.
A veces la soledad pesa, pero aprendí a convertirla en fuerza. Mi mayor anhelo es poder hacer justicia, no solo por mi pasado, sino por todos los que alguna vez sintieron que nadie los escuchaba.
De ese dolor nació una promesa: no olvidar. Encontré una pista, una pequeña huella que me recordó que los responsables seguían afuera, libres. Desde ese día entendí que, si quería justicia, tenía que aprender a mirar distinto, a observar más allá de lo evidente, a no confiar tan rápido.
Los años pasaron y decidí dejar San Francisco atrás. Los Santos se convirtió en mi nueva oportunidad, un nuevo desafío a mis 21 años de edad, un lugar donde empezar de nuevo sin dejar de lado mi propósito: ayudar, proteger y evitar que otros sufran lo que yo sufrí.
Soy reservada y desconfiada por naturaleza. No es que no quiera acercarme a la gente, es que aprendí a hacerlo con cuidado. Hablo poco, observo mucho.
El café es mi mejor compañero y mi mente no descansa hasta encontrar respuestas. Tengo un talento especial para la investigación, para unir piezas que otros ni siquiera notan.
Aunque mi timidez a veces me juega en contra, siempre busco superarme. Salir de mi zona de confort se volvió una forma de vida, porque sé que la comodidad no lleva a la verdad.
De baja estatura, con cabello castaño y ojos del mismo tono. Tengo los ojos de mi madre, suaves pero firmes, y las cejas junto con las orejas de mi padre. Dos rastros que me recuerdan quién fui… y por qué sigo adelante.
No soy perfecta, pero aspiro a convertirme en un ejemplo a seguir, del mismo modo en que mis padres lo fueron para mí. Ellos me enseñaron a no rendirme, incluso cuando todo parece perdido.
A veces la soledad pesa, pero aprendí a convertirla en fuerza. Mi mayor anhelo es poder hacer justicia, no solo por mi pasado, sino por todos los que alguna vez sintieron que nadie los escuchaba.