Los Lombardi 2 — El ying y el yang

Mateo Lombardi · 5 · 94
Los Lombardi 2 — El ying y el yang

Mateo Lombardi logró, con el paso del tiempo, hacerse un lugar firme dentro de la Comisaría de Los Santos. Su constancia, disciplina y capacidad de análisis lo llevaron a ganar rango y jerarquía dentro del departamento, asentándose hasta el día de hoy como Oficial II. No fue suerte: fueron años de trabajo silencioso, expedientes revisados de madrugada y decisiones tomadas sin margen de error.

Tras varias investigaciones internas y operativos de alto riesgo, se abrió el espacio que Mateo había estado esperando: una unidad especial dentro de la policía. Aquella división le otorgó algo que antes no tenía —un margen de libertad operativa— y con él, el acceso a información que otros no veían.

Fue ahí donde las piezas comenzaron a encajar.

Entre informes cruzados y detenciones selectivas, Mateo encontró rastros de una organización delictiva particular. Sus miembros vestían trajes negros ,se movían en vehículos oscuros y cambiaban constantemente de apariencia para evitar ser seguidos. El nombre que aparecía una y otra vez, aunque nunca de forma directa, era el mismo que lo había perseguido durante años: Markus.

Mateo supo que su hermano seguía vivo.

Las pistas eran fragmentadas. Markus había sido visto conduciendo distintos vehículos: un Nissan GTR R35 color morado, un Elegy negro con llantas blancas, un Kuruma completamente negro con llantas blancas… y algo que rompía toda lógica del perfil: un camión Mulef oscuro. Cambiaba de autos, de colores, de rutas. Cambiaba de piel,de ropa, de zona , de telefono . Mateo perdió el rastro más de una vez

Había logrado arrestar a varios integrantes de aquella banda, pero ninguno hablaba. Lealtad, miedo o algo peor. Ninguno aportó información concreta sobre el paradero de Markus. Para la comisaría, el caso era uno más. Para Mateo, era todo.

Y entonces, Mateo, quedó totalmente en blanco.

Al tiempo, una publicación en la red social RX volvió a llamar su atención. Era el perfil de una chica. Una foto simple, casi cotidiana, pero con un nombre que le heló la sangre. La mención era clara, sin rodeos: Markus Lombardi.

El texto decía: “Felizmente casada con Markus Lombardi. Ahora sí, señora Lombardi.”



Markus se casaría pronto.

La noticia activó todas las alarmas en la mente de Mateo. Si Markus estaba lo suficientemente confiado como para exponerse —aunque fuera indirectamente— significaba una sola cosa: había bajado la guardia, o creía haber ganado la partida. Mateo volvió a hurgar, a reconstruir movimientos, a seguir rastros digitales y sociales que antes no existían.

La búsqueda había vuelto a empezar.




Markus Lombardi, por su parte, había encontrado permanencia en la ciudad desde las sombras. Se posicionó como traficante, delincuente, conductor, y mucho más de lo que figuraba en cualquier informe policial. Durante un largo período, formó parte de una de las bandas delictivas más importantes de la ciudad, ganándose un alto rango gracias a su inteligencia, frialdad y capacidad para desaparecer cuando era necesario.
Se mantuvo oculto durante meses, casi invisible, hasta que una verdad lo alcanzó por terceros: Mateo estaba en la ciudad.

La noticia no lo empujó a huir, pero sí a profundizar su oscuridad. Markus decidió actuar todavía más en las sombras. La presión policial crecía, los cercos se cerraban y, para no delatar a quienes alguna vez lo protegieron, tomó una decisión definitiva: abandonó la banda que tanto le había dado.

El precio fue alto.

Sin estructura, sin aliados cercanos y sin familia, Markus cayó en una soledad profunda. La ciudad siguió girando mientras él se apagaba lentamente. Hasta que apareció ella.

Una chica logró, sin saberlo del todo, que Markus comenzara a levantarse otra vez. No lo salvó, pero lo sostuvo. Le devolvió algo parecido a la calma. Sin embargo, el miedo nunca se fue. Markus sabía que su pasado no perdona.



Por eso, cuando estaba con ella, se camuflaba. Cambiaba su forma de vestir, evitaba rutinas, elegía rutas improbables. No quería que lo reconocieran. Mucho menos que ella pagara las consecuencias de una vida que no eligió.

Dos hermanos. Dos caminos opuestos.

La ley y el delito.

La luz y la sombra.

El ying y el yang.
Y una ciudad demasiado chica para contenerlos a ambos sin que, tarde o temprano, vuelvan a encontrarse.